Los planteamientos del Nuevo Urbanismo parten del principio que existe una
estrecha interconexión entre diseño, políticas públicas y finanzas, reconociendo
a la comunidad el derecho, la posibilidad y la capacidad de participar en las
decisiones que atañen a su hábitat, urbano y arquitectónico.
Las comunidades histórica y tradicionalmente han tenido un papel activo en la
conformación del hábitat; papel que se ha olvidado a raíz de ciertas teorías y
prácticas urbanas y arquitectónicas que han considerado el diseñador como la
única figura que pueda tener la solución adecuada para un problema de diseño.
Sin embargo, en la realidad, los habitantes, y principalmente los grupos
sociales más desfavorecidos, producen directamente su hábitat, principalmente
a través de dos modalidades:
Una espontánea, sin apoyo de ningún tipo, que caracteriza las periferias
populares de nuestras ciudades;
otra institucionalizada, como la que se propone en los planteamiento de
las más recientes teorías urbanística.
Es fundamental que las teorías se replanteen a partir de la experiencia
acumulada en los procesos espontáneos de participación, para volverse una
herramienta de reconocimiento, valoración e institucionalización de la
producción social del hábitat, al mismo tiempo que una oportunidad de mejora
de las condiciones de éste.
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